Los problemas anestésicos se deben a los efectos de la insuflación abdominal sobre la ventilación y el estado hemodinámico.
Dos características de la intervención laparoscópica generan dificultades en el abordaje anestésico de lactantes y niños: 1) creación de un neumoperitoneo con el consiguiente aumento de la presión intraabdominal y los cambios resultantes de los parámetros ventilatorios, y 2) posturas extremas del paciente que pueden ser necesarias para la exposición óptima de estructuras intraabdominales.
El dióxido de carbono es el gas de elección para la insuflación, dado que no es combustible y se elimina con más rapidez de la circulación que las otras opciones. Las consecuencias cardiovasculares de la embolia gaseosa intravascular plantean menor riesgo con CO 2 que con un gas insoluble, como helio o aire.
se ha comunicado colapso cardiovascular en varios lactantes después de la insuflación, y la monitorización de gases al final de la espiración ha implicado a la embolia gaseosa como causa de estos episodios.
La captación de dióxido de carbono puede ser considerablemente mayor en niños, debido a la mayor superficie absortiva del peritoneo en relación con el peso corporal y a la menor distancia entre capilares y peritoneo.
En niños más pequeños, se ha demostrado un mayor grado de hipercapnia durante la insuflación de CO 2
A veces se requieren aumentos de la ventilación por minuto de hasta el 60% para mantener el ETCO 2 basal, pero no es preciso que el objetivo de una concentración apropiada de CO 2 sea el valor basal. Más bien, se puede permitir sin riesgos que el ETCO 2 aumente hasta los 50.
Se han demostrado cambios cardiovasculares significativos en respuesta al aumento de presión intraabdominal y la posición del paciente. En decúbito supino o posición de Trendelenburg, el retorno venoso se deteriora menos cuando la presión intraabdominal se mantiene por debajo de 15 mmHg.
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